A Meeting in London

Emma, profesora de arte de veintiocho años, espera nerviosa en un café londinense. Su amiga Lucy le ha organizado una cita a ciegas con James, un chico de treinta años que trabaja en una librería y que también adora los libros y los gatos. Con su bufanda roja de la suerte puesta, Emma practica mentalmente qué va a decir.

James llega y se choca directamente con una silla, lo que rompe el hielo de forma adorable. Piden café y comida a un camarero súper lento que parece moverse bajo el agua. Lo que empieza como una charla incómoda pronto se convierte en una conversación animada sobre sus gustos en común.

Resulta que sus gatos están igual de locos: Picasso, el gato de Emma, solo come comida cara y se dedica a traer bolígrafos azules (solo azules, ¿por qué será?), mientras que Hemingway, el gato de James, duerme encima del teclado y manda emails raros cuando James no mira. Las historias de gatos los hacen reír y conectan al instante.

Emma cuenta anécdotas divertidísimas sobre sus alumnos adolescentes que tienen teorías muy creativas sobre el arte, como que la Mona Lisa sonríe porque se olvidó de hacer los deberes. James confiesa que esa mañana casi se bebe la comida del gato porque puso café en el plato de Hemingway sin darse cuenta.

El tiempo vuela mientras charlan tomando cerveza London Pride. Pasan dos horas y media que parecen minutos. Cuando llega la hora de irse, intercambian números súper contentos y quedan para el sábado siguiente en Portobello Market, con James bromeando que intentará no chocar con las barreras en la estación de Notting Hill.

La historia termina con los dos mandando mensajes a Lucy para darle las gracias por el exitazo. Aunque a sus gatos les importa un pimiento sus aventuras románticas, Emma y James saben que han encontrado algo especial. Londres se vuelve aún más bonito cuando conoces a alguien que hace que el tiempo desaparezca.